Sobre el lesbianismo (19)

El preludio: los años 50 y 60

Alfred Kinsey presenta en los años 50 su famoso estudio en el que demostraba que al menos el 20% de las mujeres americanas tienen lo que él llama «tendencias homosexuales» (como nota de humor, aún me acuerdo de una autoproclamada bisexual, con blog y todo, que usaba a Kinsey para afirmar que todo el mundo era homosexual en potencia… cariño, si me lees, sigo pensando que eres una buuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuurra prepotente. Con cariño, respeto y admiración te lodigo, ya me conoces). Kinsey afirmaba que el deseo de las mujeres en general era fluido y que podía presentar importantes sociales a lo largo de la vida (¡no me digas! ¿en serio?).

A todo esto, en los años 50, el conformismo sexual se convirtió en una muestra más de patriotismo. O casi. En EEUU los comunistas fueron perseguidos con el mismo celo que los homosexuales y acusados ambos de traidores. La homosexualidad pasó a considerarse también en Europa un cuestión de seguridad nacional, porque se entendía que una persona homosexual podía facilmente ser chantajeada por el enemigo (comunista, naturalmente), así que, además de ervertidos y enfermos sexuales, los homosexuales se convirtieron, además, en traidores. Las lesbianas, de la noche a la mañana, se encontraron con problemas para alcanzar una buena posición profesional y con más facilidades para perderla. Por su parte, los comunistas también perseguían a las lesbianas y a los homosexuales por idénticas razones.

Y, siguiendo el criterio de personas como Frank Caprio, el lesbianismo era un fenómenos sociológico culpable, entre otras cosas (¿¿del hundimiento del Titanic??) de los cada vez más frecuentes divorcios (¿¿¿Y del hundimiento del Titanic no???).

La persecución se hace feroz, y es en este momento represivo cuando surge el primer gurpo organizado de lesbianas norteamericanas, «Daughters of Bilitis» (DOB), y aparece la segunda ola del feminismo, como respuesta al machismo imperante. Mientras, se impone toda un batería de medidas sociales y legales para asegurar que las mujeres son buenas heterosexuales (¿¿¿eing???) y para llenar los hospitales con las que no lo eran.

No se puede decir que en los años 50 y 60 florezca un subcultura lésbica, sino varias. Dependiendo de la edad y de la clase social, las safistas se organizan de una manera u otra. El bar es el único lugar en el que no tienen que ocultar su identidad las más jóvenes y de clase obrera. Las de clase media y alta son más proclives a la integración social, pasan más desapercibidas y pueden reunirse privadamente. Y se escandalizan de la visibilidad de las lesbianas «masculinas», que enfatizan el rol de género, mientras que las de clase media y alta, por deseo de integración y de no llamar la atención, no le prestan tanta atención.

Así, en este marasmo de represión, llega Simone de Beauvoir y su «El segundo sexo» (1949), que revolucionara la manera de pensar sobre sí mismas y sus relaciones con los hombres de muchas mujeres.

En Estados Unidos se pugna por acabar con la segregación racial pero se mantiene la sexual. No será hasta los años 60, cuando reaparece el feminismo, que la situación cambie para mujeres y para las lesbianas, que empiezan a tomar consciencia política de su «ser». El cambio será radical.

Y aquí me detengo en este pequeño resumen de la historia del lesbianismo, pues las siguientes etapas del lesbianismo (y del feminismo) se mezclan obvia y necesariamente con la política (como si hasta ahora no lo hubieran hecho) y yo de eso no entiendo.

Gracias por leer.

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2 respuestas to “Sobre el lesbianismo (19)”

  1. En busca de mi reencuentro Says:

    He leído todos tus post sobre el tema y me han parecido interesantísimos.

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