Curiosamente, los primeros problemas en Marina llegaron en ese triangulo de diversión y placer. La paradoja era considerable, pues en esa parte del barrio vivía poca gente. Los trabajadores de los clubs, discotecas, tiendas, supermercados y otros lugares de diversión vivían fuera de esa zona, en su mayoría al otro lado de las Ramblas, en el Casco Antiguo, o en algunas partes de Marina.
Salvo unas pocas decenas de personas, ese triángulo de calles no era otra cosa que una inmensa zona de fiesta que se mezclaba con apartamentos para turistas, con lo que, en realidad, la gente tenía pocas razones para identificarse con el lugar. Otra cosa absolutamente distinta era como se sentían ellos, por supuesto.
Sometidos a largas jornadas de trabajo, con salarios que rozaban lo justo y excesivas horas extras, la mayoría de quienes trabajaban en la zona estaban cada vez más hartos. Y mientras existía la oportunidad de encontrar un trabajo mejor, nadie protestaba. Pero cuando eso dejó de pasar, la desesperación fue creciendo hasta convertirse en ira. Así fue como empezaron las huelgas y las manifestaciones.
Los amos de los locales se encontraron con una sorpresa desagradable. En otro tiempo hubieran puesto de patitas en la calle a los huelguistas, pero lo cierto era que, pese a la escasez laboral, pocos eran los que estaban dispuestos a irse a trabajar a ese jaula de oro. La opción habitual (contratar inmigrantes sin papeles) no era posible en todos los casos, por lo que el problema iba empeorando y los dos bandos lo sabían. Así que tuvo que intervenir el ayuntamiento y la Generalitat para mediar.
Todo terminó tras tres semanas de protestas. Comparadas con lo que había de venir, fueron días casi festivos, salvo cuando se rompieron algunos escaparates de los negocios de los amos más recalcitrantes. Pero tras acordar una ligera subida salarial y un recorte de horas, todo volvió a la calma. No había pasado nada. Se habían declarado en huelga los de siempre y se había solucionado el problema con los mismos medios de siempre.
Pero en realidad, algo sí había cambiado.