Ilusión (9)

Continuación de https://wp.me/p5Qvf-1z7

Las horas que siguieron a mi primera vez con Sonia estuvieron dedicadas a mi hermano. No paraba de pensar en él, en si podría mirarla a la cara cuando le viera la próxima vez, tras haberle traicionado con su novia. Pero todavía es más cierto que lo que realmente ocupaba mis pensamientos era el volver a verla a ella, esta vez entre los brazos de él. En fin, una tortura.

Pero no pasó nada, salvo que la ternura de Sonia hacia mí pareció volverse más franca. Así que cuando, tiempo después, ella nos comunicó a mi hermano y a mí que nos habían invitado a una fiesta, muy distinguida y también muy pagana, que tendría lugar durante la primera semana de junio en un palacio cerca del Eure, a unos cien kilómetros de París, y en la que no faltarían «ni bebida, ni música, ni camas, ni mujeres». Además, añadió, sólo se invitaban a personas que fueran a dar la talla, cosa de la que ambos tomamos nota mientras, al menos yo, tragábamos saliva.

Nuestras fiestas se fueron acortando, pues ambos, por un lado, se tenían que presentar a sus respectivos exámenes y yo a los míos y, por otro, que se veían en la habitación de Sonia. El invierno se fue apagando y los días alargando. El aire, más templado, nos traía la promesa de la primavera.

Así fue como, una noche, nos fuimos a pasear los tres por los jardines del Luxemburgo y nos cruzamos con una chica de belleza excepcional…

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