Toro Sentado no participó en el combate contra Reno. Se quedó atrás. Cabalgó contemplando la carnicería. Los soldados habían caído en el campo, como había anunciado su visión, pero su gente se había olvidado del mandato y estaban profanando los cuerpos. Isaiah Dorman, un intérprete negro de Custer casado con una mujer lakota, estaba vivo, pero sangraba por una herida en el pecho. Cuando un grupo de guerreros se agrupó en torno a él, les rogó: «Amigos, ya me habéis matado, no contéis los golpes». Dorman había ayudado en una ocasión a Toro Sentado, por lo que el jefe intervino en su favor. Los guerreros le hicieron caso, pero las mujeres que estaban rematando a los heridos no. Una mujer hunkpapa le disparó. Para asegurarse su agonía en el más allá, ella sus compañeros lo mutilaron.
Toro Sentado se unió a los guerreros que galopaban al norte para enfrentarse a un nuevo grupo de soldados que atacaban el extremo inferior del poblado. Como correspondía a un jefe veterano, no fue a luchar sino a proteger a los que no combatían.
Sólo Custer sabía que quiso decir cuando prometió que apoyaría a Reno Quizás tenía intenciones de seguirle, como esperaba el mayor, pero otros acontecimientos le obligaron a cambiar los planes. Mientras sus hombres abrevaban a sus caballos, llegó el teniente Varnum para confirmar que el poblado estaba al otro lado del valle. Entonces, también llegaron noticias de que Reno se había encontrado con indios. Así que Custer decidió lanzar un ataque de flanco para atrapar al enemigo entre dos fuegos. Hubiera preferido esperar a Benteen, pero no había tiempo.
A las tres de la tarde Custer condujo su fuerza en columna de a dos, las cinco compañías una junto a la otra, a través del Little Bighorn hacia la elevación de la orilla este en busca de un lugar adecuado para cruzar. Fue entonces cuando divisó el poblado, el mayor que jamás hubiera visto un hombre blanco. Aunque la perspectiva de un segundo Washita pudiera resultar atrayente, su enormidad era un problema para el coronel. Su hermano Tom se presentó ante el sargento Daniel Kaspe de parte de su hermano: «Vaya al capitán McDougall y dígale que traiga el tren de avituallamiento campo a través. Si se suelta algún paquete, córtelo y venga rápido, hay un gran campamento indio. Si ve al capitán Benteen, dígale que venga rápido: hay un gran campamento indio».
La columna de Custer llegó al galope al extremo sur de una quebrada bordeada por cerdos. Mientras los soldados aseguraban sus cinchas, los hermanos Custer subieron a una colina. La escena era preocupante, pero, en su opinión, tenían una ventaja. En el poblado había pocos guerreros; la mayoría estaban luchando contra Reno, que parecía estar aguantando bien: su retirada hacia el bosquecillo sucedería veinte minutos después.
Custer dijo a sus hombres que iban a atacar el poblado, tras lo que despidió a sus exploradores crows, pues ya habían cumplido su misión. Pero como no había ni rastro de Benteen, Custer envió a buscarlo al corneta Giovanni Martini, un inmigrante italiano que no dominaba demasiado el inglés, por lo que Custer garabateó un mensaje para él: «Benteen, Venga. Gran poblado. Apresúrese. Traiga munición. W. W. Cooke. P. Traiga munición». Al ponerse en marcha, Martini miró hacia atrás. Eran las tres y media de la tarde y vio a la caballería bajar galopando la quebrada Cedar.
Aquí terminan la versión de los testigos del ejército de la última batalla de Custer. Tres indios crows que se quedaron rezagados para vigilar un poco más el poblado, dieron informes algo confusos y de poco valor. Por lo tanto, tras la marcha de Martini, los movimientos de Custer son solo una pura conjetura, objeto de teorías siempre cambiantes basadas en las marcas que señalaban donde cayeron los soldados, del polvo del terreno y de las balas recuperadas. El escenario que sigue se ha bosquejado a partir del testimonio indio y de estudios modernos sobre la batalla.