A contrapelo (7)

En el coche reinaba el silencio. Pedro conducía mientras yo reposaba con los ojos cerrados y Julia rumiaba algo en el asiento de atrás. El sonido del motor me arrullaba y me sentía al borde de hundirme en un delicioso sueño.

Por supuesto, Pedro tuvo que joderlo todo.

– Puedo explicártelo todo – le dijo Julia.

«Mal empezamos», pensé. Nunca nadie puede explicarlo todo y nunca es buena idea intentarlo siquiera.

-No creo que puedas. No quiero que lo hagas – le espetó de repente Pedro-. Te llevo a casa.

-Pero…

-No.

-Vale. Para el coche, que me bajo.

Abrí los ojos del susto. No sabía donde estábamos pero la idea de Julia me acababa de poner los pelos de punta.

-¿Cómo?

-Todavía tengo mucho que hacer. Vete a casa tú si quieres, yo no.

-¡Por supuesto que puedes! ¡Todo eso es…!

-¡CIERRA TU PUTA BOCAZA DE UNA VEZ, IMBÉCIL! -Le grité con todas mis fuerzas hasta que las venas del cuello se me hincharon como las famosas columnas del Templo que Sansón derribó en su día- ¡LLEVO TODA LA NOCHE ESCUCHANDO TUS LLOROS Y LAMENTOS Y SI DICES UNA IDIOTEZ MÁS NO RESPONDO DE MÍ!

La cara de él reflejaba una incomprensión sólo superada por su estupidez. Sus ojos iban de uno a otro con una perplejidad casi dolorosa. La situación le superaba y no era consciente de ello. Julia se había equivocado pensando que estaría a la altura. Era obvio que la revelación de la auténtica naturaleza de Julia había atomizado la capacidad de comprensión de Pedro.

-Si se baja -añadí con una voz más reposada-, ya puedes olvidarte de ella.

Unos instantes después Julia y yo caminábamos tranquilamente por la calle a la búsqueda de un taxi. Las callejuelas nos llevaban al puerto, donde los taxis abundarian en torno a las decenas de bares y restaurantes de la zona. De repente el móvil de ella zumbó. Ella le dirigió una fugaz mirada y, unos movimientos rapidísimos de sus dedos después, el móvil regresó a las profundidades de su bolso. La miré en silencio y ella, tras apartarse un mechón de su cabello, suspiró:

-He bloqueado a un imbecil. Ya no molestará más – De repente su mano se disparó en el aire -: ¡TAXI!

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